Todos
sabemos que estamos en una situación económica muy delicada. Que no podemos
permitirnos el nivel de gastos que manteníamos durante la burbuja inmobiliaria.
Y que los recortes que se están produciendo están afectando, lamentablemente, a
pilares básicos del Estado del Bienestar, como son la educación y la sanidad,
sin que, por cierto, se apliquen los mismos recortes al coste del “Bienestar
del Estado”, es decir, el desmesurado gasto político que origina el
conglomerado de cuatro administraciones, más alguna paralela más.
Pues
bien, este sistema de recorte en aspectos básicos, para no tocar en absoluto la
estructura política de poder, se replica, como un conjunto fractal, a menor
escala en casi todos los ámbitos de la administración pública. Y la política
universitaria no es una excepción. Para muestra, un botón.
La
Universidad ha decidido que cualquier actividad docente que suponga la
necesidad de contratar más profesorado no se lleva a cabo. ¿Esto qué quiere
decir? Pues, por ejemplo, supongamos que un centro desea poner en marcha un
nuevo máster de postgrado. Pues resulta que si uno de los departamentos que, a
priori, deben impartir docencia en el máster, se encuentra al límite de su
carga docente, no podrá impartir esa asignatura en dicho máster, ya que
necesitaría contratar más profesorado. Cuantifiquemos. Una asignatura de máster
supone 3 créditos ECTS de carga docente.
Pero,
sin embargo, no hay ningún tipo de cortapisa para que uno de los miembros de ese
mismo departamento sea nombrado para un cargo de gestión (vicerrector,
vicedecano, etc.) Cuantifiquemos de nuevo. Un profesor titular puede tener una
carga docente global, según los casos, de 160, 240 ó 320 horas, equiparables (más
o menos) a 16, 24 ó 32 créditos, respectivamente. Un vicedecano tiene una
reducción de 2/5 de su carga docente, y un vicerrector 4/5. Es decir, en el
menor de los casos, el nombramiento supone una necesidad adicional de
profesorado del doble que una asignatura de máster.
Y ¿qué es más importante para la Universidad y para
la sociedad? ¿Un máster de postgrado que cuente con el mejor nivel de
profesorado posible, o un cargo más? Y más aún teniendo en cuenta la
proliferación de cargos en los distintos equipos de gobierno, que han pasado de
números cortos y razonables hace unas décadas (por ejemplo, un decano, un
vicedecano y un secretario en una facultad) a los números actuales (la UMA
tiene 1 rectora, 8 vicerrectores, 1 gerente y 1 secretario general; nuestras
facultades tienen 1 decano, 5 vicedecanos, 1 secretario y 1 vicesecretario).
Eso, por no bajar del primer nivel de cargos.
En fin,
que quieren que les digamos. Nos imaginamos al Estado utilizando la misma vara
de medir en sus recortes y se nos viene el alma a los pies. Por no decir una
barbaridad...
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