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Tuve la oportunidad
de asistir a la conferencia que dictó el profesor de la Universidad de Málaga, Joaquín
Aurioles en el Ateneo de Málaga sobre la encrucijada del Euro. Fue una
presentación impecable, tanto en el contenido como en la forma, de cómo hemos
llegado a la situación crítica en la que nos encontramos hoy. Y además con una
virtud adicional, consiguió que los asistentes entendieran el contenido de su
exposición sin necesidad de que fueran economistas.
La conclusión final
fue que tenemos que empobrecernos como sociedad. No voy a resumir la
conferencia, sino a utilizar esta conclusión para abordar la siguiente
pregunta: Si nos tenemos que empobrecer, ¿cómo lo vamos a hacer?
Cuando una empresa
sufre una pérdida de valor de sus activos, tiene que reconocer las pérdidas (o
menos beneficios) y reducir su capital. Cuando esto mismo le ocurre a un país,
sus habitantes tienen que empobrecerse, no queda otra. En las crisis anteriores
existían dos formas de hacerlo, sin que los ciudadanos fuésemos conscientes de
que estábamos empobreciéndonos y, por tanto, los políticos no tenían reparos en
utilizarlas. En la actualidad nos queda una tercera forma de hacerlo y en ella,
los políticos no sólo tienen que reconocer la realidad, sino que tienen que
decidir cómo lo vamos a hacer. Veamos las tres:
1.- Devaluación de
la moneda. Cuando teníamos la peseta y las cosas se ponían feas, los gobiernos
tenían la posibilidad de empobrecernos a todos de una vez, devaluando la moneda.
Así, de golpe, pasábamos a pagar más por las importaciones y nuestras
exportaciones eran más baratas. Sicológicamente era muy soportable, pues nos
empobrecíamos, sí, pero al mismo nivel todos los españoles, y eso ya sabemos
que al ser humano le reconforta mucho. Fue un liberal como Milton Friedman el
que comparó la devaluación con el cambio de hora en verano. Es mucho más fácil
cambiar la hora que ponernos todos de acuerdo en levantarnos una hora antes.
Hoy este mecanismo, dentro del euro, es imposible.
2.- La ilusión
monetaria. Este sistema lo explicamos los profesores de Matemáticas Financieras
todos los años a nuestros alumnos. Consiste en hacer que la inflación suba más
que los sueldos y salarios. Pongamos que la inflación es del 5%, mientras que congelamos
los salarios nominales (los euros que cobramos en la nómina). El resultado es
que, aunque en tu nómina aparezca la misma cantidad de euros, la capacidad
adquisitiva de los mismos es un 5% inferior. Nos hacemos la ilusión de que
ganamos lo mismo, pero en realidad nos empobrecemos año a año. Esta solución no
depende de nosotros, sino del Banco Central Europeo, que no parece muy
dispuesto a echar una mano si no es a los bancos.
3.- La única salida
que tenemos es que nuestros gobernantes, y si es posible junto al principal partido
de la oposición, reconozcan en público que somos más pobres y que decidan, para
eso son políticos, cómo van a realizar el ajuste, cómo van a repartir la carga
del mismo. Y esto es un tema estrictamente político. En primer lugar, tienen
que decidir la naturaleza de los gastos a recortar. Distinguiendo entre gastos
corrientes e inversiones productivas. Y dejar de tomar medidas coyunturales que
pretenden revertir (o eso dicen) en poco tiempo, cuando los problemas son
estructurales.
En segundo lugar, tienen
que decidir si van a ser las capas más desfavorecidas de la sociedad, como está
ocurriendo hasta ahora, las que sufran el mayor ajuste, o si por el contrario,
prefieren que sean los más favorecidos, los que aporten a las arcas del Estado
los déficits crónicos de nuestro estado del bienestar. Pero ¡Houston, tenemos
un problema! Para llevar a cabo el reparto de la carga de una forma justa necesitamos
un sistema fiscal fiable, y nosotros no lo tenemos. Está estimado que nuestra
economía sumergida asciende al 25%. Si consiguiéramos rebajarla al 15%, el
aumento de impuestos sería mucho más llevadero para todos.
¿Qué podemos hacer
con ese nivel de fraude a la hora de repartir la carga del ajuste? Pues seguro
que lo que haremos será cometer injusticias. Cargaremos aún más las espaldas de
aquellos que pagan impuestos, cada vez menos personas y cada vez con impuestos
más altos, mientras que los sistemas de ayuda no llegarán a los que más lo
necesitan, sino a los que más defraudan.
Por último, y como
dije en esta misma tribuna hace ya dos años, no hay solución hasta que la banca
no reconozca las pérdidas en las que ha incurrido, con la complicidad de unos
gobernantes que se lo permiten, en el mejor de los casos, y les ayudan
directamente en los casos más flagrantes. Hasta ahora, nuestros políticos han
decidido empobrecer a la clase media que paga impuestos, han ayudado a la banca
a no reconocer pérdidas y han mantenido todas sus prebendas, ineficiencias,
duplicidades y demás robos indirectos a la sociedad. Y eso debemos saberlo.
Me parece que el asunto de la economía sumergida es, en efecto, fundamental. En España todo el mundo evade impuestos, unos a las Islas Caimán y otros no pagando el IVA.
ResponderEliminarAdemás están las mentiras retóricas, como que tenemos un sistema sanitario "gratuito", cuando este sistema es muy caro, pero para el contribuyente, no para el usuario (salvo que también sea contribuyente).
En resumen, necesitamos más contribuyentes y repartir los impuestos de modo justo (en razón del uso de los servicios, no en razón del trabajo), acentuando los impuestos indirectos.
Pascual Martínez Freire
Catedrático de Lógica de la UMA