domingo, 13 de noviembre de 2011

Dedicado a nuestros compañeros de enseñanzas medias

Para terminar la semana os proponemos dos minutos de humor agridulce. Dulce porque te ríes, agrio porque está más cerca de la realidad de lo que parece.



¿En esto queremos convertir la Universidad? 

7 comentarios:

  1. Yo extendería la dedicatoria a la sociedad en su conjunto, con una llamada de atención especial a los padres.

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  2. Totalmente de acuerdo con Francisco, la enseñanza no es más que el reflejo de la sociedad. Intentamos justificar lo injustificable, defender lo indefendible y, lo peor, pensamos que nos asiste la razón. Penoso, muy penoso. No creáis que nos queda mucho para llegar a las situaciones del vídeo.

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  3. Juan Ramón Ibargüengoitia14 de noviembre de 2011, 14:54

    Discrepo.
    Hoy esta enseñanza no es aún el reflejo de esta sociedad, sino que la futura sociedad será el reflejo de esta enseñanza.
    Hoy socialmente no se comparte la realidad de los centros educativos que se representa en el video y que es consecuencia de oscuros intereses políticos, ... Precisamente se pretende que con la incorporación social futura de los alumnos educados en esta realidad, socialmente se acepte esta enseñanza deteriorada como la única enseñanza.

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  4. Juanra, ¿piensas que la enseñanza está aislada de la sociedad?, ¿qué las pautas sociales no se transmiten a la enseñanza?, ¿qué profesores, padres y alumnos viven socialmente aislados?. Por supuesto que las situaciones del vídeo son, hoy por hoy, ajenas a la realidad pero a la enseñanza, al igual que al resto de las actividades, se trasladan las actitudes de la sociedad, son parte de la sociedad. Y, creo, que si los padres de hoy justificamos o defendemos ciertas actitudes, los padres del mañana, que son los estudiantes de hoy, justificarán y defenderán actitudes de sus hijos y del sistema educativo aún más esperpénticas. Y lo peor, las considerarán dentro de la norma, no habituales, sino normales.

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  5. La dialéctica que se ha establecido entre Juan Ramón y gmcarlos me parece tan sugestiva que me he decidido a “terciar” en el asunto: comparto el punto de vista de Juan Ramón.
    El intrusismo del Estado en la configuración del modelo educativo está siendo “atroz” y totalmente ajeno a la sociedad a la que ha de servir. No veo signos claros de la participación ciudadana en el ”neurótico” re-diseño que, desde los albores de nuestra democracia, se viene haciendo en todos los niveles educativos, mas bien aprecio un general descontento con los resultados alcanzados cuya prueba mas “cartesiana” la encontramos, año tras año, en los decepcionantes resultados de informes serios como el informe PISA.
    La sociedad ha sido despojada de una de sus mas genuinas y naturales competencias: la de educar en libertad. Se nos ha inoculado la irreal idea de que la educación ha de ser impartida por el Estado, que eso es lo que nos hará progresar (lo progresista).
    Hoy en día cuesta trabajo defender lo obvio: que la educación es un derecho personal, pre-político; el papel del Estado es muy importante, pero subsidiario: tiene la obligación de proteger este derecho natural, no de apropiarse del mismo. La ensoñación es de tal envergadura que la parálisis de la sociedad civil ha permitido que no solo el Estado sea el proveedor oligopolista del conocimiento sino que además, en un movimiento adicional de perversidad manipuladora, se erija en el impositor, desde muy tempranas edades, de una ética de “laboratorio” que hace que los esfuerzos hechos por las familias reales por transmitir valores básicos (esfuerzo, respeto, amor y perdón) a las nuevas generaciones sean inútiles y que muchas de ellas terminen por tirar la toalla cayendo en un inmovilismo esterilizador para el conjunto del cuerpo social.
    Esta ética de “laboratorio” se hace presente en el corazón mismo del sistema educativo con un lema director: El Estado garantiza que sus súbditos podrán transitar el itinerario educativo (1) sin sufrir traumas, (2) sin retrasos (del tirón) y (3) con la total seguridad de que les será expedido, de oficio, certificación de excelencia académica.
    Ante esta perspectiva no es de extrañar que amplias capas de la sociedad civil se adhieran, anestesiadas por el vaporoso aroma ideológico emanante, a esta utópica propuesta: la nueva arcadia educativa.
    Gmcarlos, me temo que se adhieren “ex post” y no “ex ante” y, para descargo del pueblo, sin verdadero conocimiento de causa acerca de las consecuencias que dicha utopía tiene para el conjunto del cuerpo social.

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  6. Pero, según entiendo, el Estado no es algo abstracto, tras él, existen personas, en algunos casos individuos, que también forman parte de la sociedad y que, no digo que no, son las que manipulan perversamente el sistema educativo, creo que lo llaman política educativa, o mejor decir, la educación en manos de los políticos.
    Sin embargo, cuentan con la complicidad cómoda de los padres y alumnos, con la aquiescencia, el aquietamiento de los progenitores a la “titulitis” de los hijos, sin importarnos ni mucho ni poco, es decir, nada, que conocimientos sustenten los títulos, no ya universitarios, sino de otras enseñanzas de grado menor.
    Lo realmente importante hoy es poseer un título que colgar de la pared, sin importar los conocimientos que ampare y de ello, en distinto grado de participación, somos culpables todos y cada uno de nosotros y todos somos, en mayor o menos grado de responsabilidad, la sociedad.
    En definitiva, nos hemos vuelto comodones, conformistas, en posesión de la verdad absoluta (no sigo) y los “dueños” de la posibilidad de ponernos lo que queremos al alcance de la mano, lo han hecho.

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  7. En mi modesta opinión, gran parte del problema radica en la confusión entre enseñanza y educación. La educación es algo que se debe aprender en casa, somos los padres los que debemos educar a nuestros hijos, lo último que desearía es dejar la educación de mis hijos en manos de un desconocido, por muchos títulos que tenga. Sin embargo, cuando acuden a un colegio, instituto o universidad lo que espero es que allí haya buenos profesionales que sepan enseñarles todas aquellas materias que van a necesitar para su futuro profesional y personal. Y lamentablemente encontramos a muchos padres que por comodidad o incompetencia no cumplen esa función esencial de educar a sus hijos y simplemente los mandan a los colegios huérfanos de toda educación.

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