martes, 21 de febrero de 2012

Los antigripales de la educación

                Decía un muy querido amigo médico que la gripe se cura en una semana con medicamentos, y en siete días sin medicamentos. Porque, efectivamente, los medicamentos parecen atajar sólo los síntomas, pero, aunque te hacen la vida más fácil, no curan la enfermedad propiamente dicha. Pues eso, que le estamos dando antigripales a la educación española, cuando además hay razones sobradas para sospechar que el mal que le aqueja es algo más grave que una gripe. Y eso, para hacerle la vida más fácil… ¿a quién?



                Aunque algunos se empeñan en negarlo, hablando rimbombantemente de eso de “la generación mejor preparada de la historia”, es obvio para los que llevamos unos añitos en esto de la educación que el nivel educativo de nuestros alumnos va cayendo en picado. Los últimos informes Pisa y similares han puesto de manifiesto lo que ya era un secreto a voces, y que sólo los que se empeñan en no ver no conocían.
                Pero ante los síntomas evidentes de enfermedad, nuestras autoridades educativas se han empeñado en atacar sólo los síntomas. De ahí que la lucha contra el denominado fracaso escolar se haya convertido exclusivamente en una lucha contra el suspenso en el boletín de calificaciones, ignorando así que aprobar al alumno que no ha aprendido es un doble fracaso escolar. Como prácticamente las autoridades sólo incentivan a los docentes para que crezca la proporción de alumnos aprobados, el resultado es obvio: el número crece. Luego además, anunciamos a bombo y platillo, con altas dosis de autocomplacencia, los números que nosotros mismos fabricamos. Como muestra, un botón: el 93,04% de los alumnos presentados aprobaron la selectividad en la pasada convocatoria de junio en Málaga. Y tan contentos.
                Pero hay más antigripales. Como ha quedado patente que los españoles, a pesar de pasarnos muchos años aprendiendo inglés, no conseguimos comunicarnos en ese idioma, nuestras autoridades ya han tomado una decisión. Vamos a ser todos bilingües por decreto. Así, pasaremos de la más completa ignorancia del inglés al bilingüismo, sin haber pasado por el, más razonable, escalón intermedio de defendernos correctamente. Es exactamente el mismo proceso por el que nuestras universidades han pasado de la insignificancia a la excelencia, sin pasar por ser simplemente buenas. Cuando los rectores de las dos o tres universidades españolas que quedan por ahí sin alguna mención de excelencia consigan su legítimo propósito, habremos ya logrado terminar de construir este magnífico edificio de cartón piedra excelente en el que estamos convirtiendo nuestra educación.
                Y de todo esto, en contra de lo que parecen pensar algunos de nuestros anónimos comunicantes, mantenemos que el alumno no es, ni mucho menos, el culpable. Al contrario, el alumno es la víctima de un sistema que les está haciendo enfrentarse cada vez peor preparados a un mercado laboral cada vez más global. Un suicidio para nuestra sociedad.
                Ya hemos argumentado en una entrada anterior que nuestros clientes no son los alumnos, sino la sociedad. Y por eso, nosotros, que creemos que es posible una educación pública de calidad (y por ello decidimos crear este blog), creemos que no nos debemos a estas autoridades académicas que están desvirtuando la educación, sino a la sociedad que reclama (o debería hacerlo) una formación de calidad para sus jóvenes, que son el capital humano con el que contaremos en un futuro cercano. La respuesta oficialista ya nos la esperábamos: somos unos retrógrados, inmovilistas, reaccionarios, contrarios a todo lo que huela a innovación en la educación. Todo porque pensamos (en contra de la línea oficial de pensamiento) que algo todavía podemos enseñarles a nuestros alumnos, a pesar de que ellos aprendan a aprender a aprender autónomamente, y que para aprender una asignatura (o adquirir las competencias correspondientes, como se dice ahora) es necesario un esfuerzo por parte del alumno.
                Por tanto, el sentido de este blog es denunciar que debajo de los atenuados síntomas, la enfermedad continúa activa. Y que tenemos dos opciones: diagnosticarla correctamente y empezar cuanto antes a darle un tratamiento de verdad, o esperar, como en el caso de la gripe, a que se cure sola (rezando a la vez para que sólo sea una gripe). ¿Cuál prefieren nuestros lectores?

2 comentarios:

  1. Creo que la enfermedad es mucho más grave, quizás un cáncer que una vez diagnosticado exige que sean extirpados (acepción:acabar del todo con un vicio, abuso etc.) todos los miembros u órganos viciados. Mientras sean
    los mismos batatas quienes gestionen este tinglao vamos en picao.

    ResponderEliminar
  2. Comencemos por nuestros profesores. Nunca fue tan barato (intelectualmente hablando) convertirse en profesor en la Universidad, especialmente en provincias.

    ResponderEliminar